Se acostumbró, al devenir del tiempo,
y a vivir en su sed inadvertido.
Ya su lumen intenso nada importa;
ahora desconocen que fue grande;
que dirigió una empresa, una familia;
que redactó las grandes ordenanzas.
Que fue el mejor galán, entre galanes;
que las rosas más lindas lo adornaron
perfumando el jardín de sus delicias
y prodigando vástagos del alma.
Ya muchos olvidaron que fue el padre;
el abuelo ejemplar y bondadoso;
el que meció una cuna con orgullo
y con ansias de vuelos... casi ignotos.
Ya se ignora el poder de su experiencia;
la magia que produce una caricia;
el milagro de un beso; de un te quiero;
y el hastío que lleva a los desvelos.
Hoy sólo en el silencio de su cuarto,
abrazado a la fiebre del delirio,
siente el dolor tenaz del abandono,
mientras espera su ferviente anhelo
de hallar la paz en la mansión eterna.
Escrito por...Luz Elena Muñoz Cárdenas
Poetisa colombiana.